Un día de lluvioso
Para muchos, una molestia. Para mí, una bendición.
La lluvia tiene el poder de traerme de vuelta los recuerdos más cálidos: esas mañanas en familia, compartiendo historias en la cama y el sabor inconfundible del pan mojado en el café con leche.
Quizás por eso siempre me ha gustado observar las calles y los árboles después de un día lluvioso, el aire huele a tierra mojada, memorias, recuerdos de mi infancia, ecos de risas. Un momento de quietud. Esa sensación de paz son el acompañamiento perfecto para un café, una conversación tranquila o la compañía de un buen libro. En definitiva, los días de lluvia nos regalan una excusa para detenernos, respirar y escucharnos por dentro.
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